sábado, 23 de agosto de 2014

Copiando; para el Belgrano Cargas.


Mi tío era jefe de estación de ahí, y también lo fue en Taco Ralo Don Agustín Coronel. A mi me llevaban cuando era niño a una finca de montes de algarrobos, quebrachos y tusca que se llamaba Los Mistoles, aun no sé si sigue. Y sus hermanas me acuerdo eran unas viejas con pañuelo atado en la cabeza (como usan las mujeres allá) que no hablaban con nadie y tan solo pocas veces habían ido al pueblo, ni siquiera ir a votar, tan solo al registro civil dos o tres veces, y a la escuela iban a una en el monte que ya no existe, es mas, nunca le pude conocer la cara a esas mujeres porque no se dejaban ver demasiado y eran muy desconfiadas. Y mi tío, es decir el hermano era totalmente diferente, una persona muy abierta al dialogo y trabajaba en el ferrocarril, me acuerdo que  tenia una lampalagua gorda y grande que vivía enroscada en un árbol de algarrobo y bajaba a tomar la leche que le dejaba su peón de la casa en un plato de madera, pero ojo ehh!!! A no tenerle desprecio porque se ofendían!!!! valla saber que misterio había detrás de ese bicho, no se si parte de una cultura, no se realmente no lo sé, de todas maneras yo siempre le había tenido recelo. Igual en algunas zonas de Santiago era común tener una lampalagua en sus ranchos, con el fin de evitar que otros animales invadan.
Luego volví con mi madre cuando murió una de esas viejas que tenia como cien años, en el velorio había otras viejas que de repente comenzaron a llorar desgarradamente, a mi me quedo muy grabado eso, y mi vieja me explico que eso lo hacían para que su alma no se lamente y aparezca por las noches llorando lamentos. Me hacia acordar a lo que contaba mi amigo el negro Juan Carlos Cena en su libro "Crónicas del Terraplén" vinculado a un velorio de su tía, familia toda de ferroviarios. Luego a estas viejas que eran como tres mi tío les pago con bolsas de maíz, de batatas, carbón y dinero.
En esta estación siempre lo veía a mi tío cuando pasaba, ya que siempre lo tomaba al tren en Simoca, el estaba apoyado sobre la chata de encomiendas con su infaltable gorra de Jefe de estación (eso siempre nos identifico a la clase obrera de manera universal) observando el despacho del tren. Este tren que pasaba por ahí era un tren que cuando llegaba a Retiro llevaba olor a caña de azúcar, aroma a norte. Una campanada o dos que despachaban sonrisas y alegrías en San Pedro.


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