Mi tío era jefe de estación de
ahí, y también lo fue en Taco Ralo Don Agustín Coronel. A mi me llevaban cuando
era niño a una finca de montes de algarrobos, quebrachos y tusca que se llamaba
Los Mistoles, aun no sé si sigue. Y sus hermanas me acuerdo eran unas viejas
con pañuelo atado en la cabeza (como usan las mujeres allá) que no hablaban con
nadie y tan solo pocas veces habían ido al pueblo, ni siquiera ir a votar, tan
solo al registro civil dos o tres veces, y a la escuela iban a una en el monte
que ya no existe, es mas, nunca le pude conocer la cara a esas mujeres porque
no se dejaban ver demasiado y eran muy desconfiadas. Y mi tío, es decir el
hermano era totalmente diferente, una persona muy abierta al dialogo y
trabajaba en el ferrocarril, me acuerdo que
tenia una lampalagua gorda y grande que vivía enroscada en un árbol de
algarrobo y bajaba a tomar la leche que le dejaba su peón de la casa en un
plato de madera, pero ojo ehh!!! A no tenerle desprecio porque se ofendían!!!!
valla saber que misterio había detrás de ese bicho, no se si parte de una
cultura, no se realmente no lo sé, de todas maneras yo siempre le había tenido
recelo. Igual en algunas zonas de Santiago era común tener una lampalagua en
sus ranchos, con el fin de evitar que otros animales invadan.
Luego volví con mi madre cuando
murió una de esas viejas que tenia como cien años, en el velorio había otras
viejas que de repente comenzaron a llorar desgarradamente, a mi me quedo muy
grabado eso, y mi vieja me explico que eso lo hacían para que su alma no se
lamente y aparezca por las noches llorando lamentos. Me hacia acordar a lo que
contaba mi amigo el negro Juan Carlos Cena en su libro "Crónicas del
Terraplén" vinculado a un velorio de su tía, familia toda de ferroviarios.
Luego a estas viejas que eran como tres mi tío les pago con bolsas de maíz, de
batatas, carbón y dinero.
En esta estación siempre lo veía
a mi tío cuando pasaba, ya que siempre lo tomaba al tren en Simoca, el estaba
apoyado sobre la chata de encomiendas con su infaltable gorra de Jefe de
estación (eso siempre nos identifico a la clase obrera de manera universal)
observando el despacho del tren. Este tren que pasaba por ahí era un tren que
cuando llegaba a Retiro llevaba olor a caña de azúcar, aroma a norte. Una
campanada o dos que despachaban sonrisas y alegrías en San Pedro.
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