sábado, 21 de enero de 2012

hojas importadas

CHORIZO de la OLLA (14/08/01) Ingredientes 1 kg de chorizos, 4 cebollas, 1 morrón rojo pequeño, 1 morron verde pequeño, 2 litros de vino blanco, aceite, sal y pimienta Preparación Picar las cebollas en rodajas finas, y los morrones en tiras no muy gruesas. Poner a freir las cebollas y morrones en aceite, agregar sal y pimienta a gusto. Colocar los chorizos en la olla (previamente pincharlos con un tenedor) y freirlo unos segundos, inmediatamente despues agregar el vino blanco y cocinar los chorizos durante 30 minutos a 1 hora Si es necesario agregar un poco de agua.


 Esta receta es consumida en países como Argentina y Uruguay, no es muy sana pero cada tanto hay que darse un gusto.
Chorizo, morcilla y lomo de la olla Partir en filetes el lomo adobado, y en una sartén con abundante aceite de oliva se “marca” (se fríe un poco por cada parte para que se dore un poco) a fuego fuerte, luego se retira a una olla ó cazuela de barro. En el mismo aceite se vuelve a marcar el chorizo, en ristras, retirándolo a otra cazuela de barro distinta. Se deja un poco que repose el aceite, para que las impurezas se separen y depositen abajo. SE vierte con cuidado el aceite de la fritura en ambas cazuelas. En el momento de una comanda, se saca el género de la cazuela y se pasa al microondas para calentarlo y servirlo. Las salchichas tienen mucha agua, con lo que el aceite de ellas se tirará. Al infierno es con alcohol. Con un chorizo crudo, se pone en cazuela de barro y se quema echando el chorizo sobre la cazuela quemando. Chorizo a la sidra, es partiendo del chorizo precocinado. Se pincha el chorizo y se pone en sartén al fuego, con lo que sale jugo y se funde la grasilla, en ese momento se añade la sidra para que tome sabor. Chorizo al vino blanco, es con un chorrito de vino blanco. La morcilla de cebolla: es un género ya cocinado (aunque se le puede dar un hervor para seguridad, y luego se retira) que se pone en agua fría y se levanta, a continuación se reserva. El aceite de freír la morcilla, se tira ya no vale. Para trabajar la morcilla se le quita las cuerdas, y se corta en rodajas de unos 3 o 4 cm. de largo. Se harina y se trata de quitar el exceso de harina. En una sartén con abundante aceite, cuando empiece a humear se mete la morcilla rebozada. Se saca cuando esté crujiente y coja un poco de costra para que tenga textura en los dientes. Si sale moho, se limpia con un trapo con vinagre, el chorizo o la carne roja. Cómo hacer Chorizos en olla de barro paso a paso: No he puesto la cantidad, porqué podeis hacer los que querais es facilisimo y riquisimo. Cogeis los chorizos y los cortais a trozos y los poneis en una cazuela u olla de barro que tenga tapadera, derretimos manteca de cerdo , la suficiente para cubrir los chorizos y dejamos en lugar fresco y tapado . Dura todo el invierno. Cuando vayanos a hacerlos, sacamos los que necesitemos y hacemos en la sarten con una cucharada de la misma manteca que los cubre. BUENISIMOS.



(12) = Chorizos Caseros. (4) = Tomates Redondos. (Pídanlos Bien Maduros. Son Para Hacer La Salsa). (2) = Cebollas Medianas. (2) = Dientes de Ajo. (1) = Pimiento Rojo. (1) = Pimiento Verde. (1) = Caja de Puré de Tomates. (#) = Sal Y Pimienta A Gusto y Piacere... ACLARACIÓN: Los ingredientes utilizados, fueron para preparar una olla con 12 chorizos, para 6 personas. (Calculando 2 para cada comenzal). En caso de necesitar las cantidades para más personas, realizen la proporción a cálculo progresivo y ojo propio.




PREPARACIÓN Hervir los chorizos en dos ollas con agua, para comenzar el proceso de desgrasado (o desgrase, como más les guste) .










Rebanar las cebollas en Juliana. Pelar los tomates: Verter las cebollas picadas, en una olla, con un chorrito de aceite (a fuego medio): Cortar los pimientos (tambien en Juliana): Picar los dientes de ajo: Verter los pimientos y el ajo picado, en la olla, e ir salteando todo: Cortamos los tomates en trozos pequeños, de manera de que la pulpa misma de los tomates, vaya cayendo adentro de la olla. Aumentar un poco el fuego, y revolver la mezcla, procurando que no se nos queme: Luego de revolver unos minutos, le adicionamos el puré de tomates: Agregar los "choris" a la olla para que vayan impregnándose en salsa: Finalmente, los chorizos a la pomarola,

ESPECTACULARES. Super suaves, ya que fueron comprados en una carnicería, en donde los hacen 100% caseros, con carne de cerdo seleccionada. Nada de nervios, nada raro, 100% carne de cerdo.


El almuerzo No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae. Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons.



A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.(cortazar?)
Hacia otra parte, entre tanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en hilera 400 negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura. Varios muchachos gambeteando a pie y a caballo se daban de vejigazos o se tiraban bolas de carne, desparramando con ellas y su algazara la nube de gaviotas que columpiándose en el aire celebraba chillando la matanza. Oíanse a menudo a pesar del veto del Restaurador y de la santidad del día, palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a los lectores.


 De repente caía un bofe sangriento sobre la cabeza de alguno, que de allí pasaba a la de otro, hasta que algún deforme mastín lo hacia buena presa, y una cuadrilla de otros, por si estrujo o no estrujo, armaba una tremenda de gruñidos y mordiscones. Alguna tía vieja salia furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro con sangre, y acudiendo a sus gritos y puteadas los compañeros del rapaz, la rodeaban y azuzaban como los perros al toro y llovían sobre ella zoquetes de carne, bolas de estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes, hasta que el juez mandaba restablecer el orden y despejar el campo. Por un lado dos muchachos se adiestraban en el manejo del cuchillo tirándose horrendos tajos y reveses; por otro cuatro ya adolescentes ventilaban a cuchilladas el derecho a una tripa gorda y un mondongo que habían robado a un carnicero; y no de ellos distante, porción de perros flacos ya de la forzosa abstinencia, empleaban el mismo medio para saber quién se llevaría un hígado envuelto en barro. Simulacro en pequeño era este del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los derechos individuales y sociales. En fin, la escena que se representaba en el matadero era para vista no para escrita. Un animal había quedado en los corrales de corta y ancha cerviz, de mirar fiero, sobre cuyos órganos genitales no estaban conformes los pareceres porque tenía apariencias de toro y de novillo. Llegole su hora. Dos enlazadores a caballo penetraron al corral en cuyo contorno hervía la chusca a pie, a caballo y horquetada sobre sus ñudosos palos. Formaban en la puerta el más grotesco y sobresaliente grupo varios pialadores y enlazadores de a pie con el brazo desnudo y armados del certero lazo, la cabeza cubierta con un pañuelo punzó y chaleco y chiripá colorado, teniendo a sus espaldas varios jinetes y espectadores de ojo escrutador y anhelante.
El animal prendido ya al lazo por las astas, bramaba echando espuma furibundo y no había demonio que lo hiciera salir del pegajoso barro donde estaba como clavado y era imposible pialarlo. Gritábanlo, lo azuzaban en vano con las mantas y pañuelos los muchachos prendidos sobre las horquetas del corral, y era de oír la disonante batahola de silbidos, palmadas y voces tiples y roncas que se desprendía de aquella singular orquesta. (el matadero, esteban echeverría)

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