Gabriele D'AnnunzioEL INEFABLE GOZO
Celebra el grande, el inefable goce
de vivir, de ser joven, de ser fuerte,
de hincar los dientes ávidos y blancos
en los más dulces frutos terrenales.
De posar las audaces, sabias manos
sobre todo lo más puro y secreto,
y de tender el arco contra todas
las presas que voraz deseo asecha.
De oír todas las músicas livianas,
y mirar, con pupilas fulgurantes,
la bella faz del mundo, como mira
un amante feliz a su adorada.
A ti el placer, ¡oh amiga!
¡A ti el ensueño!
¡Yo quiero revestirte la más roja
de las púrpuras regias, siquier tiña
su seda con la sangre de mis venas.
Yo quiero coronarte de albas rosas
para que así, transfigurada, cantes
la divina Alegría, la Alegría,
la Alegría, magnífica, invencible!
UN SUEÑO
Estaba muerta, sin calor La herida
era visible apenas en el flanco:
¡estrecha fuga, para tanta vida¡
El lienzo funeral no era más blanco
que el cadáver. Jamás humana cosa
verá el ojo, más blanco que aquel blanco.
Ardía Primavera impetuosa.
Los cristales, do cínifes inermes
Golpeaban con ala rumorosa...
Huyó de ella el calor, Yo dije: ¿Duermes?
Con un salvaje sonreír violento
más cerca repetíle: ¿duermes? ¿Duermes?
¿Duermes? Y al recordar que aquel acento
no era el mío, me crispó de pavura,
escuché. Ni un murmullo, ni un acento.
Cautivo de la roja arquitectura,
se dilataba en el bochorno un fuerte
olor a destapada sepultura.
El hálito invisible de la muerte
me estaba sofocando en la cerrada
habitación. A la mujer inerte,
¿Duermes?, le dije. ¿Duermes?
Nada nada...
el lienzo funeral no era más blanco.
Sobre la tierra de los hombres, nada
Verá el ojo más blanco que aquel blanco!...
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