jueves, 3 de enero de 2013
En primera persona
Aleatoriedades.
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida y allá, vamos aleatorios como somos, los ricos de adentro conservadores y reaccionarios se quieren parecer a los ricos de afuera conservadores y reaccionarios y los pobres a adentro en vez de querer parecerse a los pobres de afuera que se quieren parecer a los ricos de afuera quieren parecerse a los ricos de adentro que se quieren parecer a los ricos de afuera los pobres de adentro son igual de conservadores y de reaccionarios que los ricos de adentro y los ricos de afuera, ser de esta patria es un trabajo extra es como un trabajo insalubre porque además de andar muy mal desde hace mucho tiempo una gran proporción de compatriotas ni siquiera se encuentra en carácter de notificado que estamos con inconvenientes serios, lo del dólar es el ejemplo.
Mercedes Marcó del Pont anticipó que uno de los desafíos del 2013 es profundizar el tratamiento de la "obsesión argentina" por el dólar. Desalentando las versiones que anunciaban que el año nuevo acarrearía la flexibilización de las restricciones a la compra de divisa norteamericana, la titular del Banco Central especificó que el objetivo prioritario es orientar el ahorro nacional hacia fines productivos. La apuesta es ambiciosa: la profundización de las medidas tomadas desde fines de 2011 estaría destinada no sólo a proteger variables macroeconómicas claves en un contexto de crisis mundial sino también a transformar patrones de conducta socialmente extendidos. ¿Por qué muchos argentinos apuestan al dólar? Es difícil fechar un comienzo; ya en la década del cincuenta, Perón preguntaba desde el balcón de la Casa Rosada: "¿Quién de ustedes vio alguna vez un dólar?". Sin embargo, la opción por el dólar encuentra un punto de inflexión con la gestión de Martínez de Hoz como Ministro de Economía de la última dictadura cívico-militar. Es que durante ese período se decidieron transformaciones estructurales por las cuales, en detrimento de la producción, se consolidó a la valorización financiera como el patrón de acumulación de los grupos dominantes. La incidencia de estas transformaciones es notable: nuestro país lidera el ranking de cantidad de dólares por habitante fuera de Estados Unidos, lo que significa que hay tantos o más dólares que en China o Rusia, pero con una población y una economía notoriamente más pequeña. No es del todo cierto que el temor a perder lo que se tiene sea la única razón de la apuesta al dólar. Sobre todo cuando ese comportamiento se mantiene en tiempos de crecimiento. Suele decirse que la gente compra dólares para ganar la “carrera contra la inflación”. Sin embargo, esta versión no explica cuál es específicamente el poder de atracción que tiene el dólar frente a otras opciones, más aún cuando actualmente no resulta la más ventajosa. Otra, una parte de los argentinos apuesta al dólar como forma de prevenirse ante escenarios de crisis, ya sean reales o imaginarios. El dólar sería así un “refugio” para aquellos que perciben que el horizonte de la crisis no termina de disiparse, aún cuando la Argentina verifica casi diez años de crecimiento económico y previsibilidad cambiaria, no se puede explicar el comportamiento histórico de destacadas fracciones de la “burguesía nacional”. Diversas investigaciones muestran que este sector ha encontrado, desde mediados del siglo XX, oportunidades de negocios generadas justamente a partir de las sucesivas crisis. La compra de dólares y la fuga de divisas al exterior serían más bien mecanismos de enriquecimiento, la “etapa superior” de una “burguesía” con una mentalidad predominantemente “extractiva” y “rentista” antes que “productivista”. ¿La hipótesis del dólar como “refugio” es válida para describir el comportamiento de los pequeños ahorristas?, es insuficiente, porque no es del todo cierto que el temor a perder lo que se tiene sea la única razón de la apuesta al dólar. Sobre todo cuando ese comportamiento se mantiene en tiempos de crecimiento, no hay que descartar la idea de un componente “imitativo” de los pequeños ahorristas hacia las prácticas especulativas de los sectores dominantes. Si la hipótesis de la “mímesis” es verosímil, la compra de dólares no indicaría sólo un temor a perder sino también un deseo de parecerse a un otro poderoso. La “mímesis” nos ofrece pistas para pensar, por ejemplo, cómo pudo ser posible que en los años noventa una fórmula inverosímil como “un peso, un dólar” haya sido tan profundamente aceptada. El poder que tuvo la convertibilidad no dependió solamente de su “capacidad” para conjurar los fantasmas de la hiperinflación; también se ofreció como un dispositivo tendiente a satisfacer una fantasía que hace estragos en tiempos de colonialismo cultural: justamente, el deseo de parecerse a un otro poderoso. Aunque sin sustento en la economía real, la fórmula “un peso, un dólar” representó una muy penetrante manera de equiparar a la Argentina con Estados Unidos. La asociación de la Argentina con ciertas naciones identificadas como “civilizadas”, antes que con la suerte del continente sudamericano, es un mito creado por las elites letradas argentinas del siglo XIX. En la historia reciente, la búsqueda de dólares es también una forma de rendir tributo a ese viejo mito.
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